Cada
vez más centros, y profesores a título particular, piden
herramientas para trabajar las emociones y la autoestima en el aula,
como parte de la formación integral de sus alumnos. Aquí os muestro
unos ejemplos a ver qué os parece.
Infantil
Carteles
con autoconceptos. El
profesor coloca en distintas partes de la clase carteles con
cualidades académicas, sociales o físicas. “Soy simpático”,
“Juego muy bien al fútbol”, “Soy listo”. Los carteles son
como los de algunas publicidades, con pequeñas pestañas con el
teléfono del anunciante en su parte inferior. Los niños corren
hacia el cartel que creen que los define mejor, arrancan una de sus
pestañas y la pegan en un dibujo de ellos mismos que previamente han
realizado.
Juego
de las estatuas. Sirve
para trabajar las emociones. Mientras suena la música, los niños
bailan; cuando para, cada uno debe quedarse quieto, reflejando una
emoción en su rostro, y sus compañeros han de adivinar de qué
emoción se trata.
Primaria
Reparto
de estrellas. Los
niños se sientan en el suelo, en círculo. El maestro dice algo
positivo de cada uno al tiempo que le entrega una estrella de papel o
pegatina. A lo largo de la sesión, cada niño debe decir algo
positivo de los compañeros que tiene a ambos lados mientras les
entrega una estrella. “Lo fundamental es pensar en lo que decimos a
los demás, lo que nos dicen y lo que sentimos”.
Caja
del tesoro oculto. El
docente esconde un espejo en una caja y explica que dentro hay un
tesoro único. “Generaremos así expectativa”. Los alumnos
abrirán la caja de uno en uno, sin decir a nadie lo que contiene. Al
final, el profesor les pedirá que digan en voz alta qué tesoro han
visto, y les preguntará por aquello que ellos creen que los hace
únicos y especiales, irrepetibles, maravillosos.
Las
gafas positivas. El
maestro pedirá a sus alumnos que hagan el gesto de ponerse unas
gafas imaginarias y muy especiales, a través de las cuales verán
solo lo positivo que hay en el mundo. Cada uno se dibujará en el
centro de un folio, indicando su nombre. Estos folios irán pasando
de mesa en mesa y los niños, todos con sus gafas positivas
colocadas, irán escribiendo cualidades de sus compañeros. “Me
ayuda con los deberes” o “Aprende muy rápido”. Es importante
que el docente también haga su aportación, firmada. “Estos
mensajes alimentarán la confianza del niño a través del
reconocimiento de los compañeros y del docente, que es un referente
clave en su vida”, sostenía Rocío López en un artículo
publicado en la revista Educación 3.0.
Una
variante de esta dinámica consiste en que cada niño o niña se
cuelga un folio en la espalda con su nombre y el resto escribe cosas
buenas de él o ella. Para terminar, todos comparten sus impresiones
y emociones en una asamblea.
Juego
de mímica. Cada
chaval anota cosas que se le dan bien y otras que le gustaría
mejorar. A continuación expone, utilizando la mímica, aquello en lo
que es bueno, y sus compañeros tendrán que adivinarlo.
Hoy
te enseño yo. Actividad
que también funciona en secundaria. Se trata de organizar en el aula
minitalleres impartidos por los propios alumnos, a los que podrá
apuntarse el resto de la clase. Los pequeños profesores diseñarán
sus talleres en función de sus propios intereses, mostrando, por
ejemplo, cómo hacer un truco de magia, cómo dar muchos toques con
el balón sin que caiga el suelo, cuánto saben sobre Star Wars o
cómo programar un videojuego.