Decía un humanista del pasado, de nombre Leonardo, que “los
espacios pequeños disciplinan la mente, los grandes, la distraen“. Si
queremos educar a niños para que maduren un cerebro dotado para la creación,
para la innovación y para el desarrollo de su pensamiento relacional, tenemos
que permitir que su mente viva en espacios abiertos.
Hace un par de semanas, asistí a una mesa redonda en
el Evento Startup Olé de
Salamanca, en la que Manuel Velardo red.es hablaba sobre las Tecnologías
disruptivas emergentes y centró su discurso en la selección adecuada de
herramientas según el uso que queramos darle. Como es sabido, disruptivo
es un anglicismo que se utiliza, casi siempre de modo simbólico, en referencia
a aquello que produce una ruptura brusca, un cambio importante o que resulta
determinante.
En la Historia de la
Humanidad, hemos desarrollado Tecnología para poder abandonar la caza y la
recolección por herramientas como la rueda o el metal que dieron
paso a la Agricultura y Pastoreo, la telefonía móvil dejó obsoleta
toda la red de cable de cobre que revestía nuestra Geografía o la Tecnología Sony nos
trajo unos pequeños transistores que echaron en el olvido las
tradicionales válvulas de vacío.
En este neosiglo
tenemos grandes avances en nuestra vida cotidiana que “darán la vuelta a la
tortilla” de todo lo que hacemos (incluyendo la relación que tenemos con
nuestro hijos y la que ellos tienen con su entorno): la nube nos permitirá
tener todo el Conocimiento, Internet de las Cosas nos permitirá conectar
nuestros enseres al mundo virtual, nos vestiremos de tecnología, imprimiremos
nuestro habitat en 3D, los drones nos traerán el periódico, seremos famosos
cuando nos reconozcan en cualquier lugar gracias a la Biometría, el autobús
escolar llevará a nuestros hijos al cole sin chófer y la Inteligencia cognitiva
y el Big Data nos resolverán los problemas conyugales.
La Tecnología en si
misma, es una Innovación que genera una disrupción en los niños y conlleva
la desaparición de servicios, que hasta ahora, eran utilizados por ellos.
Nuestros pequeños nativos digitales hacen que todo lo viejo resulte precario y estamos
criando una generación para la que cualquier artefacto, dispositivo o terminal
se les queda pequeño en cuanto a sus prestaciones, mientras que antes el
parque del barrio era un territorio infinito e inabarcable.
En mi época de E.G.B.,
estudiábamos Mecanografía como actividad extraescolar sobre una máquina de
escribir Olivetti y la primera “computadora personal” clónica que nos regalaron
nuestros padres, hizo que la máquina de escribir quedara en desuso pero no
impidió que nos fuéramos con nuestra pandilla a jugar al fútbol, al parque o a
explorar si había monedas en las cabinas de los teléfonos públicos (también en
desuso por la incursión de la telefonía celular).
Comparto la opinión de Miguel
Ángel Valero, que estudió Telecomunicaciones como el que suscribe y es
conocido por ser “El piraña de Verano Azul”, aunque su fama profesional le
viene por ser uno de los Ingenieros Sociales más importantes de España. En
la actualidad ejerce como Director de CEAPAT y afirma
que “para la mayoría de las personas, la tecnología nos hace las cosas más
fáciles; a las personas con discapacidad, se las hace posibles’.
No obstante, de la
misma Tecnología llega una buena noticia de Ralph, un niño con autismo que
empezó a relacionarse con otros cinco niños que le preguntaban cuántos
animalitos había capturado. El mismo uso se puede extrapolar a chavales con
capacidades intelectuales diferentes para que salgan a la calle y, cuando los
japoneses desarrollen una Aplicación totalmente accesible, un adolescente ciego
también podrá compartir un rato de ocio con sus amigos.
Como en este blog
hablamos de Innovación, preguntaremos a la Ciencia. A nuestra generación ya nos
ha advertido cómo afecta la “caja tonta” a la salud física y mental de los
niños: peor rendimiento en Matemáticas, dejan de aprender hasta ocho palabras
diarias en comparación con la interacción con padres o hermanos e incluso
provoca una mayor propensión a desarrollar enfermedades cardíacas, hipertensión
y diabetes, como consecuencia del sedentarismo.
Llevo tiempo teniendo curiosidad por buscar explicación
para la fascinación infantil por estos artefactos de pantalla táctil y, después
de documentarme, la Ciencia me ofrece la respuesta: las apps para niños están
concebidas para estimular la liberación de la dopamina mediante recompensas visuales en la
pantalla.
Esta sustancia, la posee la cocaína de los adultos y produce en el cerebro una sensación de placer que me explica por qué al quitarles de la mano a mis hijos el Iphone o la tablet, les genero un cambio de carácter inusual, disruptivo. En un estudio de la Universidad de Harvard, Michael Rich, Director del Centro de Medios y Salud Infantil del Hospital de Niños de Boston, señala que “nuestros cerebros están programados para ser interrumpidos”, es decir, experimentamos una dosis de adrenalina cada vez que recibimos un estímulo nuevo, es decir, una recompensa por prestar atención a la novedad.
Esta sustancia, la posee la cocaína de los adultos y produce en el cerebro una sensación de placer que me explica por qué al quitarles de la mano a mis hijos el Iphone o la tablet, les genero un cambio de carácter inusual, disruptivo. En un estudio de la Universidad de Harvard, Michael Rich, Director del Centro de Medios y Salud Infantil del Hospital de Niños de Boston, señala que “nuestros cerebros están programados para ser interrumpidos”, es decir, experimentamos una dosis de adrenalina cada vez que recibimos un estímulo nuevo, es decir, una recompensa por prestar atención a la novedad.
Quizá
no se trata de rechazar lo bueno de la Tecnología sino de romper con la
libertad de uso que le damos a nuestros hijos de la misma. Abogo por un
buen control parental que haga que los niños se
distraigan en un ecosistema abierto, como decía Da Vinci, que les
permita desarrollar su “capacidad de
observación“, uno de los elementos fundamentales para innovar y hacer crecer
ideas de la nada.