miércoles, 4 de mayo de 2016

Mi mamá...Pirata

Me encantan las historias de piratas, pero cuando empecé a sospechar que mi mamá era una de ellos, la idea mucho no me gustó. Un día escuché una conversación entre mi mamá y mi abuela.
Sí, ya sé, no debo escuchar las conversaciones ajenas, pero mi mamá hablaba muy fuerte porque mi abuela no oye bien. Entonces -aunque yo estaba en mi cuarto- fue inevitable oír lo que hablaban ¡Y hablaban de tesoros, ni más, ni menos!

Yo no podía creer lo que escuchaba, mamá le decía que guardaba muy bien sus tesoros porque eran muy valiosos, tanto más que el oro y la plata. Y yo me preguntaba: “¿Serán piedras preciosas? ¿Qué puede valer más que el oro y la plata? ¿Cómo era que mi mamá guardaba tesoros? ¿Dónde? ¿Los escondía? ¿Cómo los conseguía? Muchas preguntas para ninguna respuesta.
Y ahí se me ocurrió que tal vez mi mama fuese un pirata. Era una idea un poco loca, pero quizás… Uno nunca sabe. Cierto es que jamás la vi en alguna actitud piratezca, no usaba parche en ninguno de sus dos ojos, le temía al agua, con lo cual era muy difícil suponer que pudiese ser pirata, pero .. ¿Si en realidad lo era y yo no me había dado cuenta?
Tesoros… ¿Cuántos tesoros tenía mi mamá? ¿Dónde? ¿Serían tan valiosos como ella decía? El asunto me pareció lo suficientemente serio como para investigarlo. Comencé entonces a mirarla con más detenimiento, a prestar más atención a sus movimientos. Nada parecía sospechoso. No podía pensar en otra cosa.
Soñaba con mamá vestida de pirata con un sobrero rosa y un pantalón y una chaqueta haciendo juego que, por qué no decirlo, nada mal le quedaban. Estaba desconcertado, no podía dejar de recordar esa conversación entre ella y la abuela. Tal vez le estaba confesando un secreto guardado por años, tan bien guardado como los tesoros que tenía.
Hablando de los tesoros… decidí buscarlos. Tenía que sacarme esa duda que tanto me preocupaba. Tenía que enfrentarme con la verdad. Una mañana, mamá había salido de compras y entonces entré en su cuarto y comencé, con mucho cuidado, a revisar todo: cajas, cajones, cajitas.
Entre las tantas cosas que tenía mi mamá, encontré una caja distinta al resto, especial y hermosa “¡Aquí están!” pensé y la abrí. Grande fue mi desilusión y mi desconcierto al ver que en esa caja no había nada de oro, ni de plata, ni brillantes, ni perlas. Su contenido era bien distinto: mis primeros dientitos, fotos, tarjetas de cumpleaños, cartas de amor de mi papá, dibujos míos.
Pensé que me había equivocado de caja y mientras guardaba todo, volvió mi mamá y me descubrió. Muy seria, me preguntó qué hacía revisando sus cosas y yo, con mucha vergüenza, decidí contarle mi sospechas.
Mamá rió a carcajadas y yo no entendí qué era lo gracioso de esa situación: yo sospechaba que ella era un pirata, ella me descubrió haciendo algo incorrecto, nada tenía mucho sentido.
Entonces me explicó que lo que yo había encontrado sí eran sus valiosos tesoros, que esa caja contenía nuestra historia, demostraciones de amor, momentos inolvidables de su vida, recuerdos que atesoraría por y para siempre en esa caja y sobre todo en su corazón.
Ese día entendí a qué podemos llamar valioso realmente, me sentí feliz, la abracé, la acaricié y respiré aliviado porque mi mamá no era un pirata, era una mamá como cualquier otra o tal vez no, porque a mis ojos era la más linda y la mejor.
Fin
Libro dedicado por el día de la madre.